Lactancia materna y crianza respectuosa

Lactancia materna y crianza respectuosa

Los comienzos de la maternidad-paternidad son difíciles, aunque nos los suelan pintar de rosa. Hemos de decirlo: los hijos no llegan al mundo con un manual de instrucciones debajo del brazo. De ningún modo. Las mamás y los papás primerizos se van haciendo camino al andar. Pero ¡a no desanimarse, corazones! La llegada de un bebé es el momento más maravilloso de la vida de toda persona y es posible disfrutarlo -y mucho- en armonía y paz, para gozar al máximo del tiempo posterior de crianza.

Durante el período de gestación, es decir, por casi nueve meses completos, la embarazada se harta de escuchar a la madre, la suegra, las cuñadas, las amigas y demás féminas opinar sobre lo que debe y no debe hacer una mamá perfecta. Ya sabes lo que suelen decir: como Dios manda. Del mismo modo, te agotas de oír consejos y recomendaciones sobre cómo criar a un chico que no crezca glotón, llorón ni nerviosillo. En pocas palabras, plena de información propia y ajena, afrontas el día del parto con la esperanza de saber qué hacer en cada segundo de la vida de tu futuro hijo.

Sin embargo, la maternidad real impone otros retos y nuevos desafíos. Ocurre que, tras haber escuchado y leído todo lo que creía posible, la recientemente estrenada mamá se ve, cara a cara, con su bebé de carne y hueso, que, lejos de ser el idealizado de los sueños maternales, llora a más no poder, no se agarra a la teta como se auguraba y no es capaz de dormir ni una hora seguida. ¿Y todo el sueño de la maternidad se desploma? De ninguna manera. Por fortuna, la realidad siempre gana y tanto la mujer como el papá se adaptan con rapidez a los códigos de su niño y pronto aprenden a identificar sus necesidades y demandas. Y todos son felices y comen perdices.

Lactancia materna y crianza respectuosa

Planeta niño: un mundo desconocido a descubrir

Como decíamos anteriormente, una cosa era lo que uno imaginaba de la maternidad y otra muy distinta es lo que la maternidad (en general) y lactancia materna (en particular) son, realmente.

Porque, hay algo que tenéis que saber las primerizas: si hasta ahora os sentíais muy poderosas por portar un ser humano en vuestro vientre y os creíais capaces de todo y mucho más, la llegada de vuestro bebé os pondrá, de un tirón y en un santiamén, con los pies en la tierra. Os enfrentará a los pros y, sobre todo, contras, de ser mamá en pleno siglo XXI.

En principio, la buena noticia es que hay más ventajas que perjuicios. De hecho, empezando por el momento del parto, nadie tendría un segundo hijo, si el dolor y las molestias de dar a luz pesaran más, en una balanza emocional imaginaria, que la satisfacción de abrazar, por fin, al baby que imaginasteis durante los últimos meses. Es decir, todo lo difícil se termina convirtiendo en nada, comparado con tener a vuestro hijo en vivo y en directo.

Una vez con el bebé en brazos, el primer desafío es la teta. Sí. Dar de mamar es lo más natural del mundo, pero no es tarea sencilla. Para nada. ¡No lo es! Definitivamente, en muchas ocasiones, la criatura no se agarra bien al pecho, lo hace de modo erróneo, se atora u ahoga y termina dando arcadas y rechazando la propia fuente de alimento. En tales casos, la regla fundamental es no perder la calma, aunque cueste mucho esfuerzo. La tranquilidad que la madre pueda transmitir a su retoño garantiza, en gran parte, el éxito de la ardua labor que implica la lactancia materna. En paz y mediante movimientos suaves de su mamá, el bebé advertirá que comer es uno de los hábitos que, en adelante, tendrá que aprender para crecer sano, pleno y vital. En cambio, si el agobio está presente, el bebé no parará de berrear y llorar, traduciendo en llanto su profunda frustración.

Por ello, la clave es permanecer en paz. Tienes que recordarlo: jamás has de perder la cabeza. Y, cuando estás a punto de perderla, habrás de dejar al niño al cuidado de alguien y dar una vuelta a la mesa del comedor, antes de volver a contactar con él. De lo contrario, todo irá para peor.

Planeta niño: un mundo desconocido a descubrir

Duérmete niño, pero duérmete de una vez

Las horas de sueño de madre e hijo suelen ser escasas. Has de aceptarlo. Esto pone nerviosos a unos y otros, si no tomas estrictas medidas a tiempo. Existe mucha literatura al respecto y el famoso libro “Duérmete niño”, del popular doctor Eduardo Estivill, probablemente, sea el best seller indiscutible. De todos modos, no hay tantos manuales como mamás y cada una necesita algo específico para interactuar con su hijo. La recomendación general para las mamás primerizas es intentar relajarse, cerrar los ojos y dormir profundamente, en cuanto el bebé lo hace. Es la única manera de compatibilizar armonía y paz, en los primeros tiempos de la maternidad. Para que lo entiendas: en cuanto el bebé está en su cuna descansando, su mami hace lo propio en su cama o sillón cercano.

Para habituar al pequeño a alternar ratos de comida y sueño, es fundamental dar de mamar, limpiar el culito del bebé y disponer de una música especial, un baño relajante o un período de mimos y arrullos que predispongan al buen descanso. De esta manera, se logra establecer una rutina necesaria para que la criatura se adapte a la vida con mamá y en familia. Todo es un aprendizaje y se aprende paso a paso. Sin prisa, pero también sin pausa.

 

Ámbito tranquilo tanto para la madre como para su hijo

El hogar que recibe a un recién nacido debe convertirse, de la noche a la mañana, necesariamente, en un centro energético donde reinen solo los buenos humores y las energías positivas. Entonces, para esto, habrás de procurar que las tensiones, los humos de tabaco, los ruidos estridentes y todo lo que pueda perturbar al bebé (y a su entorno) se encuentren fuera de la atmósfera hogareña. De modo que, durante los primeros tiempos del niño en su casa, reinen la paz y serenidad. Solo así podemos garantizar un espacio y tiempo en los que crecer saludablemente y sin nerviosismos.

Las visitas, aunque son bienvenidas, no siempre resultan un factor de tranquilidad para la mamá y su hijo. Por momentos, el bullicio o nerviosismo que pudiesen producir las visitas inoportunas pueden alterar la armonía del hogar. En este sentido, pueden perturbar, de la misma forma, la rutina de la criatura, que, incapaz de comunicar sus molestias, lo único que hará será llorar. ¡Y seguir llorando! Y nadie quiere provocar el llanto del niño de esta forma, sin causa justificada.

Ámbito tranquilo: tanto para la madre como para su hijo

Aprender a descifrar al bebé

Un niño recién llegado al mundo no tiene lenguaje. Apenas sabe moverse para manifestar sus molestias o agrados y, más allá de algunos gestos y sonrisas simuladas, llora para hacerse notar, pedir atención o alimento y exigir limpieza o mimos. En pocas palabras: el llanto es el modo en que el bebé se expresa. ¡El único! Tienes que entenderlo sin ponerte de los nervios. ¡Tú puedes!

Descifrar cada uno de los llantos del propio hijo parece una odisea, pero no lo es. Solo una mamá conectada con su hijo es capaz de hacerlo y en pocos días. Pasadas las primeras jornadas en casa, la madre comienza a darse cuenta de qué quiere decir su hijo con cada berreo, llanto estridente o lagrimeo fugaz. Cada uno de ellos esconde una expresión bien distinta. Mensajes como: “quiero comer”, “tengo popó”, “quiero que me tengan en brazos” o “simplemente, estoy fastidiado porque tengo gases”, de buenas a primeras, suelen ser entendidos por toda mamá atenta que pronto sabe qué quiere su hijo, aunque a este le falten varios años para poder hablar y hacerse entender a la perfección.

Esta es una de las maravillas de la maternidad: una mujer común y corriente, como tú, de buenas a primeras, se vuelve experta en niños, tan solo contactando, desde el amor, con el suyo propio. Y sí, efectivamente, es así como podrás aprender: haciendo y cometiendo errores (nadie lo niega), corrigiendo actos y siguiendo adelante. Siempre adelante.

Aprender a descifrar al bebé

Abrigo o pies descalzos: esa es la cuestión

Hay quienes postulan que los niños no pasan frío y deben contactar, con sus pies descalzos, con las distintas temperaturas y texturas. Sin riesgo de coger un resfriado o una alergia. Como este, hay otros tantos postulados sobre crianza que pondrán en jaque hasta a la madre más pintada y versada. A continuación, veremos algunos de ellos.

 

En brazos o la cuna: el apego o desapego

Hay tantas opiniones al respecto como madres sobre esta bendita tierra. Algunas son promimos y abrazos y sostienen que el apego garantiza una mayor independencia posterior. Otras, en cambio, eligen el desapego y apuestan por la independencia, desde el día 1. Ni unas ni otras crían niños perfectos. Has de saberlo. Los resultados nunca están garantizados de antemano. Hay bebés que necesitan estar en cogidos más tiempo y otros que no requieren estar tan encima de ellos. Recordemos que cada niño, desde su primer día de vida, tiene su propia personalidad y singular temperamento, a los que su mamá deberá adaptar todos sus cuidados. De hecho, las madres que tienen varios hijos, seguramente, hayan empleado distintas estrategias de crianza con cada uno de ellos, entendiendo que cada ser es único e irrepetible y tiene necesidades bien distintas.

 

Hogar o salidas

En esto, tampoco hay acuerdos establecidos. No hay certezas al respecto. Hay bebés que, apenas abandonada la clínica o el hospital, son paseados de casa en casa, visitando parientes o paseando por un shopping o supermercado. Crecen bien: sanos, fuertes y sin carencias a la vista. También están los que, por decisión de sus mamás y papás -claro está- permanecen al calor del hogar y sin salir de él.

Ni unos ni otros crecen mejor. Simplemente, lo hacen de distinta manera. Así, hay bebés que se acostumbran a dormirse en plena fiesta o el medio de la calle, en su carrito y sin ayuda; mientras que otros bebés necesitan el silencio de las cuatro paredes de su habitación, para, por fin, descansar y conciliar el sueño por unas horas.

Niños glotones versus niños desnutridos

Entre unos y otros hay un abismo. Hay pediatras que aconsejan dar la teta, según la libre demanda de la criatura. Los hay que, por el contrario, optan por recomendar a las mamás que amamanten en horas preestablecidas y planeen un cronograma de teta y descanso, el que habrá que respetar a rajatabla. Lo cierto es que no existen las verdades absolutas. Cada mujer conoce a su hijo y lo que este necesita. Por este motivo, las hay que alimentan a más no poder y otras que, en cambio, acostumbran a sus bebés a tomar la leche cuando se les da. No existen manuales. Solo la mamá es la maestra de sí misma. Y todo es aprendizaje. No debes olvidarlo.

 

Ensuciarse hace bien

Lejos de los mandatos de nuestras madres y abuelas, las mamás de hoy suelen dejar que sus peques experimenten en el mundo y lo devoren, de ser necesario. Es por ello que dejan que descubran todo lo nuevo, aunque así se ensucien, arruguen su ropita o malogren su calzado. La realidad es que cada mamá sabe lo que es bueno para su hijo y eso no tiene discusión.

 

En resumen, madre e hijo se hacen, uno a otro, en el día a día, y es importante no perderlo nunca de vista. Cada día, cada hora, uno y otro se adaptan a la nueva vida que estrenan juntos. Y, sobre todos los problemas, siempre reinan las soluciones. Eso has de tenerlo claro: la felicidad es plena, aunque haya algún que otro obstáculo en el camino.

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